Las comunidades de fe anabautistas enfrentan una pregunta profunda: ¿cómo responder con fidelidad al llamado bíblico de acoger al extranjero y actuar con justicia en tiempos de incertidumbre y temor?
Por Adriana Celis y Marco Güete
1. La Biblia y la Inmigración: Un Llamado a la Compasión
La historia bíblica está marcada por relatos de exilio, acogida y redención. Desde Abraham, quien dejó su tierra guiado por la promesa de Dios, hasta los israelitas en Egipto y Jesús, cuya familia huyó como refugiada, la Escritura nos recuerda que la migración y el desarraigo forman parte de la experiencia humana.
Frente a ello, Dios nos invita a responder con hospitalidad y empatía. En Levítico 19:34, se nos ordena:
“El extranjero que reside con vosotros será como uno de vosotros; lo amarás como a ti mismo, porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto”.
Este versículo resuena como un recordatorio solemne y oportuno: nuestra respuesta debe ser siempre de amor, nunca de indiferencia.
2. Ante las Políticas Migratorias: Un Clamor por la Dignidad y la Justicia
La pastora Leticia Cortes de la Iglesia Menonita Centro de Alabanza de Filadelfia ha compartido: ¨aunque la incertidumbre generada por políticas migratorias más restrictivas puede sembrar temor, también puede despertar un sentido renovado de solidaridad y compromiso. ¨
Ante las posibles amenazas a los derechos de los migrantes, las comunidades de fe pueden alzar su voz y extender su mano. Algunos pasos concretos incluyen:
- Conocer y hacer valer los derechos: La información es una herramienta poderosa. Conocer los derechos básicos y cómo actuar ante situaciones de detención o discriminación puede marcar la diferencia. Las iglesias pueden ser espacios de formación y capacitación para empoderar a los miembros de sus comunidades.
- Información veraz y segura: En un entorno donde los rumores y la desinformación pueden causar pánico, es vital acudir a fuentes confiables y compartir mensajes claros y verificados.
- Vivir en testimonio de paz: La fe no solo se expresa en palabras, sino en el testimonio cotidiano. Respetar las leyes y actuar con prudencia es un acto de resistencia pacífica que fortalece el tejido comunitario y reduce la vulnerabilidad.
3. La Iglesia como Refugio: Un Hogar para el Corazón y el Espíritu
El santuario no solo es un espacio físico, sino un símbolo del amparo de Dios y del compromiso humano con la dignidad de cada persona. En momentos de desesperanza, las iglesias anabautistas están llamadas a ser verdaderos refugios de esperanza y fe.
¿Cómo puede la iglesia encarnar este papel de manera auténtica?
- Proveer información y asistencia: Las iglesias pueden ser puntos de referencia donde las personas migrantes encuentren orientación sobre refugios, servicios de apoyo y recursos comunitarios.
- Espacios de oración y sanación: El acompañamiento espiritual no solo ofrece consuelo, sino que reafirma la dignidad y el valor inherente de cada ser humano. La oración compartida es un acto de resistencia y comunidad.
- Acceso a recursos legales: Vincular a las familias con abogados y redes de asistencia legal gratuita es una acción concreta que puede marcar una diferencia crucial en situaciones críticas.
Reflexión Final: Un Acto de Fe y Justicia
En tiempos de prueba, la respuesta de las comunidades de fe anabautistas debe estar impregnada de un amor que trasciende el temor y de una esperanza que desafía la desesperanza.
Organizarse, orar y actuar con compasión son actos de resistencia que trascienden lo político y se convierten en manifestaciones del Reino de Dios en la tierra.
En cada gesto de acogida, cada oración compartida y cada esfuerzo por proteger la dignidad de los vulnerables, se refleja el eco de una fe viva y transformadora.
Que las comunidades anabautistas encuentren en estos desafíos una oportunidad para ser, más que nunca, manos y voz del amor de Dios en un mundo herido y necesitado.