Marco y Sandra Güete frente al Huracán Milton

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por Javier Márquez

Foto cortesía por Marco Güete para MenoTicias

El huracán Milton no fue solo un fenómeno meteorológico para Marco y Sandra Güete; fue una experiencia transformadora, un desafío inesperado que les recordó la fragilidad de la vida, la importancia de la comunidad y el poder de la fe en momentos de crisis. Entre el 5 y el 10 de octubre de 2024, Sarasota Florida y otras ciudades cercanas vivieron la furia de Milton, un huracán de categoría 5 que tocó tierra en el Golfo de México y sorprendió a los residentes de la costa con su violencia.

Como muchas familias en la región, los Güete estaban preparados para enfrentar huracanes. Su casa cuenta con un equipo básico de emergencias: una radio de batería, linternas de mano, agua extra y un sistema de carga para mantener los celulares con energía. La radio, un regalo de su hija, no solo les ofrece información vital en medio del caos, sino también luz y energía cuando el suministro eléctrico se corta. «La radio es un salvavidas, porque, además de darnos noticias, nos ayuda a mantenernos conectados», explica Marco. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, sabían que su hogar no estaba completamente preparado para lo peor. Las ventanas de la casa, por ejemplo, no son antihuracanes, lo que aumentaba la ansiedad en momentos como este.

El año 2024 fue diferente. A diferencia de los huracanes anteriores, que desviaban su rumbo o tocaban tierra más al norte de la península, Milton parecía ir directo hacia Sarasota y Tampa. Marco, consciente de la gravedad de la situación, comenzó a sentir la presión. «Pensamos que la mejor idea era evacuar», comenta, aún recordando la ansiedad que lo invadió en esos días previos. La incertidumbre estaba presente, pero la familia decidió actuar con rapidez.

La noche del lunes 7 de octubre, luego de que Marco terminara su jornada laboral, comenzaron a hacer las maletas. El plan original era salir con calma, pero Sandra, preocupada por la inminente llegada del huracán, insistió en que no podían esperar más. «No, salgamos ahora mismo», le dijo. Así, a las 5 de la tarde, emprendieron su viaje hacia Gainesville, donde su amiga, hija de la mejor amiga de Sandra, les había ofrecido refugio. Sandra había crecido con la madre de esta amiga en Cartagena, Colombia, y la relación de confianza entre ambas familias era profunda.

Sin embargo, lo que debía ser un trayecto de tres horas se convirtió en una pesadilla. El tráfico era intenso y las gasolineras, desbordadas, ya no tenían combustible. «Había mucho caos en la carretera y las gasolineras estaban vacías», recuerda Sandra. El miedo de quedarse varados sin gasolina y sin comida, los acompañaba durante todo el viaje. Sin embargo, cuando Marco vi que la reserva de combustible era suficiente para llegar a su destino, pudo respirar con algo de alivio.

A la 1:00 a.m. llegaron finalmente a la casa de su amiga. No había señales de lluvia ni viento. El huracán aún no los había alcanzado directamente. La sensación de alivio fue palpable. Esa noche, tras cenar, decidieron jugar dominó para distraerse, aunque no dejaban de seguir las noticias. En la televisión, las imágenes del huracán Milton devastando la región eran inconfundibles. La preocupación no desaparecía, pero la tormenta avanzaba rápidamente.

Fotos cortesía por Secundino Casas para MenoTicias

El viernes por la mañana, al regresar a Sarasota, la escena que encontraron fue desoladora. La ciudad estaba sumida en el caos. Los semáforos no funcionaban, las calles estaban congestionadas y los árboles arrancados de raíz bloqueaban el paso. «Era un panorama completamente diferente. Las casas destruidas, sin techos, y las palmas caídas por todas partes», dice Sandra al recordar lo que vio al llegar.

En su barrio, las casas estaban gravemente afectadas. Las palmas caídas y los vidrios rotos eran solo el principio. «Las casas del vecindario, en su mayoría, no tenían techo en los garajes, y había mucho daño en las estructuras», describe Marco. Cuando entraron en su hogar, se encontraron con una casa cubierta de tierra y ramas, un recordatorio claro de la magnitud de la tormenta. A pesar de los daños, lo primero que hicieron fue comenzar a limpiar.

Aunque los Güete sufrieron algunos daños materiales, el saldo de su experiencia fue, por fortuna, mucho menos grave que el de otras familias en la zona. Marco se siente agradecido, pero también reflexivo. «Gracias a Dios no nos pasó nada grave», dice con una sonrisa aliviada, aunque rápidamente añade, «sabemos que otros sí perdieron mucho más».

El paso de Milton les permitió también reflexionar sobre lo que realmente importa: «Este tiempo de angustia, de incertidumbre, nos hizo más cercanos a nuestra fe. Fue un tiempo de mucha oración, no solo por nosotros, sino por todos los que estaban en peligro», menciona Marco. En sus pensamientos siempre estuvo presente la comunidad de su iglesia y los pastores que también enfrentaban la tormenta en sus hogares. «Uno se preocupa por otros pastores y pastoras. Sabemos que todos pasamos por momentos difíciles, pero nuestra fe nos ayuda a mantenernos firmes», agrega.

A lo largo del mes de octubre, los Güete enfrentaron no solo la incertidumbre del huracán, sino también tensiones relacionadas con las decisiones de su comunidad religiosa y las elecciones que se aproximaban. «Hemos vivido tres ansiedades en un solo mes: el huracán, las decisiones de la conferencia y las elecciones presidenciales de los Estados Unidos. Ha sido un periodo complicado, pero lo hemos superado con la fe de que Dios nos guía», dice Marco.

A pesar de los desafíos, Marco y Sandra ven en la adversidad una oportunidad para agradecer y fortalecer sus lazos familiares y comunitarios. «A pesar de todo, estamos aquí, firmes, y con la ayuda de Dios seguimos adelante. Dios es bueno a pesar de todo». La historia de los Güete, aunque pequeña en comparación con la magnitud del huracán Milton, es un reflejo de la resiliencia humana. A través de la angustia y la incertidumbre, encontraron consuelo en la fe, en la comunidad y en el hecho de que, a pesar de la devastación, siempre hay algo por lo cual agradecer.

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