Transhumanismo y la Fe Cristiana: Un Enfoque Contrapuesto. Primera Parte

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Fernando Pérez Ventura comparte su visión de que el transhumanismo, al intentar alcanzar la inmortalidad, reduce al ser humano a su dimensión física y niega la trascendencia espiritual.

por Fernando Pérez Ventura

Imagen generada por ChatGPT de Open AI

En la actualidad, el transhumanismo se presenta como una corriente filosófica y tecnológica que promete superar las limitaciones del cuerpo y la mente humana mediante la integración de avances científicos y tecnológicos. Este movimiento, impulsado por la idea de mejorar las capacidades físicas y cognitivas del ser humano, ha ganado notoriedad en los últimos años. Sin embargo, plantea preguntas fundamentales sobre la naturaleza y el propósito del ser humano, cuestiones que también son abordadas desde la fe cristiana.

Mientras el transhumanismo propone la mejora del ser humano mediante la tecnología, el cristianismo ofrece una visión integral y espiritual del ser humano, basado en su creación a imagen y semejanza de Dios. A través de esta perspectiva, surgen diferencias insalvables entre ambas corrientes, especialmente en cuanto al valor de la naturaleza humana, la vida eterna y el significado de la existencia.

Desde la fe cristiana, el ser humano es visto como una creación de Dios, hecho a Su imagen y semejanza, según el relato bíblico de Génesis (Génesis 1:26). Este concepto abarca tanto la dimensión física como la espiritual del ser humano. [1]El uso de los términos hebreos selem (imagen) y dmut (semejanza) subraya que el ser humano es una creación integral, en la que lo físico y lo espiritual están entrelazados.

A diferencia de la visión griega, que tiende a dividir al ser humano en partes (cuerpo, alma, espíritu), el cristianismo entiende al ser humano como un ser completo y unificado. Esta visión integral implica que el cuerpo humano, tal como fue creado por Dios, tiene un valor intrínseco y debe ser respetado y cuidado. El transhumanismo, al proponer la modificación del cuerpo humano mediante la tecnología, fragmenta esta unidad y reduce al ser humano a un conjunto de piezas que pueden ser manipuladas a voluntad.

El transhumanismo no solo busca mejorar las capacidades humanas, sino que también persigue la inmortalidad, a través de tecnologías avanzadas que permitirían prolongar indefinidamente la vida. Esta búsqueda, sin embargo, se enfrenta a profundas contradicciones con la fe cristiana.

En el cristianismo, la inmortalidad es un don que solo puede ser concedido por Dios a través de la vida eterna, alcanzada mediante la fe en Jesucristo. La promesa cristiana de la resurrección y de una vida más allá de la muerte se basa en la confianza en Dios, no en las capacidades humanas o tecnológicas. El transhumanismo, al intentar alcanzar la inmortalidad mediante la ciencia, cae en una visión materialista que reduce al ser humano a su dimensión física y niega la trascendencia espiritual.

Además, el concepto de relativismo, propio de la posmodernidad, ha influido en el transhumanismo al promover la idea de que no existe una verdad absoluta. Esto ha llevado a la fragmentación de la visión del ser humano, que se ve como un ente que puede ser manipulado y rediseñado a voluntad, sin considerar su dignidad inherente.

Desde una perspectiva cristiana, el transhumanismo plantea serios riesgos al tratar de redefinir lo que significa ser humano. El ser humano no es un experimento tecnológico ni una máquina que se puede mejorar sin límites. Al intentar jugar con los límites de la creación, el transhumanismo desafía la visión cristiana de la vida y de la humanidad, y pone en peligro la dignidad intrínseca que cada ser humano tiene como hijo de Dios.

El cristianismo, en cambio, defiende que la verdadera transformación humana no se logra a través de la tecnología, sino mediante la renovación espiritual, la fe, y la educación en valores éticos, morales y espirituales. La visión cristiana del ser humano es holística y se centra en la relación con Dios y con los demás, en lugar de depender de modificaciones tecnológicas para mejorar la existencia.

Para finalizar esta primera parte, el transhumanismo, al promover la modificación tecnológica del ser humano, plantea desafíos fundamentales a la fe cristiana. Mientras que el transhumanismo persigue la inmortalidad y la perfección física mediante la ciencia, el cristianismo enseña que la verdadera vida eterna solo se alcanza a través de la fe en Dios. La tecnología, aunque valiosa, no puede sustituir la obra de Dios en la vida del ser humano ni proporcionar el sentido último de la existencia. Por tanto, desde una perspectiva cristiana, la búsqueda de perfección y trascendencia debe centrarse en la transformación espiritual y en la vida conforme a los principios divinos, y no en la dependencia de tecnologías que prometen una perfección imposible de alcanzar fuera del plan de Dios.


[1] Severino Croatto (1974), El hombre en el mundo, creación y designio, estudio del Génesis 1:1-2:3, La Aurora, Buenos Aires, Argentina

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